sábado, 24 de diciembre de 2011

Descarga vóltica

En la entrada “esperando el infar…” del 10/12/2011 acaba la cosa con un torpedo en directo de Led Zeppelin: Immigrant song… la cosa suena tan bien, pero tanto, tiene tanta bilis compactada, tanta inmundicia para repartir, tanta bosta a espuertas, que uno se queda así como enganchado. Y medio desorientado. Cuando recupera la orientación, el oyente es un fan acérrimo del Sr. Batería del grupo rockero, Mister Bonham, John Henry… De risa, la cosa sonora. Después del trallazo baterístico contumaz, si queremos seguir de subidón con las baquetas, llega con pinchar en la “epic performance” del Don Quixote eléctrico y su catecúmeno teenager, Terry Bozzio…

Alienígenas en el escenario nos encontraremos a Adrian Belew con una Fender y vestido, a Frank Zappa con su Gibson SG y SEMIvestido y a Terry Bozzio con su batería y DESvestido. Los dos últimos tan salido/desatados que es una pasada vóltica verlos. Y también oírlos… De tanta ebullición que tenía en las meninges, nuestro FrankZ hacía unas cosas con su música como de manicomio o, si acaso, de jardín de infancia. Unas inclasificables descargas hipermétropes de rock salvaje. La gloría total…

Hay que ver cómo se queda uno cuando le plantan semejante espectáculo por las retinas/oídos adentro. Tremendo chou! el que monta Bozzio. Qué despipote con el instrumento y qué idilio con la cámara y qué morritos que le pone imitando a afamados guitarristas solistas de bandas fashion estridente lideres de ventas, y cómo desafina en sus alaridos, y qué maravilla…  y no para quieto, y qué manera de aporrear el instrumento, y qué confuso contagioso el espectáculo…

Y tremendo chou! el que monta el visionario de la SG. Esto que uno lo ve con la guitarra y se dice, tranquilo Frank, que lo haces bien, vale, pero no mucho, que cualquiera tiene más dedos que tú, y vale que tu puta Gibson suena tanto tantísimo que es un escándalo, pero me compro una de importación y la enchufo al ampli a válvulas y ya está, y espera que te voy a copiar/imitar, que al final la cosa consiste en tu pentatónica de siempre y tu ritmo avantgarde y tu mala leche, pero debe ser accesible, que ya veo que de dedos, te repito, no vas sobrado, y así me voy a convertir también yo en un trallazo SG…

Podría pensarse, digo. Y te pones. Y si no lo tenías claro, que sería raro, pero podría ser, que hay mucho confiado, quiero decir: hay mucho estupendísimo idiota, es cuando te das cuenta de que FrankZ, en esos momentos espAciales de anarquía guitarrero/solista/total, cuando se pone tan guarro/grasiento/pornógrafo que el foco lo persigue, y se queda solo porque la gente le coge miedo, cuando le invade la riada total de rollo anti social despiadado, cuando se pone de verdad a tirotear al personal, que no siempre, sería bueno, habría acabado en la cárcel, decía que en esos momentos espAciales el amigo Frank no toca música, coño, que lo que toca es ELECTRICIDAD. Que lo que te entra por el cuerpo y te nubla el entendimiento y te eriza el espinazo viendo y oyendo a FZ en estado de parto anárquico prematuro no son decibelios, carajo, que son VOLTIOS de caña de la buena, y prepárate, meu, para el chou!, que subtitula como epic performance el que tuvo la bondad de colgar el video sublime en el que Terry Bozzio coge el micro en el segundo 20 y se pone a verbalizar a la vez que aporrea la betería, y también ahí entra la apisonadora rítmica a destrozar el escenario, y a triturarnos la compostura, y yo empiezo a desvestirme en ese preciso instante y a sudar y a olvidarme del estilo ¿juicioso? con el que está de moda ¿sentir? la música y prefiero embarrarme con toda la grasa que desprenden estos tipejos on stage… y al rato va electric FZ y coge su fusil y nos electrocuta a todos y es que hay que verlo y oírlo y hay que ver qué tío imperturbable, que Frank cuando achicharra la SG pone esa cara de estar en pleno discurso filosófico serio trascendental departiendo con algún metafísico tedesco, y no entiendes nadita… pero qué subidón:


Estáis ahí? Constantes vitales? Llamo a urgencias? Si os huele a quemado es vuestro cerebro… volved a verlo, que es gratis y sanísimo… Después de lo cual, sabiendo que Vai, si fuera tía, sería infollable, podríamos decir que estos tipos, Zappa y Bozzio, como mínimo, serían ¿Megan Fox?... 

viernes, 23 de diciembre de 2011

Ya/ya me/ya me quejé...

Ya Ya me Ya me quejé Ya me quejé el Ya me quejé el otro Ya me quejé el otro día, Ya me quejé el otro día, estos Ya me quejé el otro día, estos del Ya me quejé el otro día, estos del blogger, Ya me quejé el otro día, estos del blogger, los Ya me quejé el otro día, estos del blogger, los que (ahora va una nueva posibilidad técnica, que consiste en que pinchéis donde pone: mas información...)

domingo, 18 de diciembre de 2011

Testamento geométrico

Ya os lo he contado una vez. Como quien no quiere la cosa, leyendo Historias e invenciones de Félix Muriel me quedé alucinado. Ojo qué libro. A lo mejor, empequeñecido ante las loas y bienaventuranzas que le dedica Gonzalo Torrente Ballester, simple y llanamente no me quedaba otra opción que alucinar. Porque es mucho decir eso que decía GTB en “Cuadernos de La Romana” Eso de que pienso ahora, y va a ser difícil que rectifique, que este Félix Muriel es el mejor libro de ficción narrativa escrita por los españoles del exilio”… Y luego dedicarle a Rafael Dieste un tremendo “acusa esa madurez expresiva y artística que permite escribir como se quiere, o más exactamente, como la materia exige”, o el “prosa magistral”… estaba generoso Torrente, diríase.

Más tarde, en uno de esos paseos por el Castro de Samoedo, me topé, ya hace algún tiempo, con la siguiente rareza de Rafael Dieste: Testamento geométrico… Título atracativo total, publicado por los virgueros de Edicións do Castro, bonita portada y demás golpes bajos… como para no comprarlo. Cosa que hice… También me puse a leerlo, que para eso había flipado con Félix Muriel. Y al poco lo dejé. Con ojo de absoluto zoquete en cuestiones matemáticas, que es lo que soy, me di cuenta de que salvo Los movimientos en geometría, segunda parte del tratado, muy interesante y que me dejó abstracto encandilado al estilo de los tochazos de Peter Sloterdijk, el resto del libro asusta y es hermético impenetrable coñazo perdurable, y es soporífero y es un árido libro de texto lleno de formulitas y anti/formulitas y refutaciones y postulados y axiomas y rectas asíntotas y ángulos obtusos y gráficas y coordenadas como en la EGB. Y, en manos de un neófito/ignorante en dichas cuestiones, libro básicamente incomprensible en su conjunto y en su detalle, del derecho y del revés, empezando por el principio, por el medio o por el final, en su versión en castellano o en su traducción al esperanto, que éste es un libro de texto/técnico/tratado/la O… en verso, por mucho que nos cuenten variaciones embellecedoras sobre dicha indiscutible y soporífera y aplastante realidad en el prólogo de García Sabell o en las solapas…

Y resulta que García Sabell, que debía de ser bastante sutil, viendo el percal, se nos pone a jugar con la bolita mágica y vislumbra, en el semblante de los lectores, un gesto agrio ante el chaparrón de formulitas euclídeas. Y va el aéreo prologuista y suelta un defensivo “este libro es, pues, fácil si en su lectura nos mantenemos tensos, en vigilia atenta. Y es un libro incómodo si pretendemos, por otra parte, captarlo rápidamente, en lectura apresurada y laxa de ensayo divulgatorio” Cosa que, aparte bien dicha, resulta muy oportuna. En mi primera lectura, porque sí, ha habido una segunda, si es que os digo que estoy mal de la chota, primera lectura realizada de la segunda de las maneras que indica el prólogo, el resultado también fue el que anuncia el prólogo en relación a esa manera de lectura. Un auténtico coñazo. Y vuelvo sobre el prólogo, que tiene trampa, porque esa segunda manera de leer de que nos habla García Sabell, se podría definir como “leer” a secas, a diferencia de la primera que recomienda el prólogo, que es en verdad un eufemismo, ya que no se trata de “leer” sino de “estudiar” Y bien, el caso es que después de leer el libro, que no estudiarlo, os repito que Los movimientos en geometría, ausentes las fórmulas y el exceso demostrativo, y tratando la cuestión de manera cuasi abstracta genérica básica elemental, está moito moito ben.

Pero es que hace unas semanas hubo en mi vida un episodio de difícil exégesis que acabó conmigo, la calculadora, la escuadra, el cartabón, la regla, el lápiz, la goma de borrar, papel en abundancia, acompañados del librajo en cuestión y de varios frascos de anfetaminas, pañuelos, una manta, donetes y un flexo encendido 24 horas al día, todos juntos encerrados en el despacho… Banzaiiiiiiiiiiii Dieste!

¿Por qué? No tengo ni idea…

Los antecedentes del episodio de difícil exégesis se sitúan hace un par de meses. AlguienX me había dejado clavado al suelo… hablábamos de Bolaño, luego de 2666, que yo no leí pero él sí, y le gustó, y, en resumidas cuentas, me explicó que en el novelón póstumo de Bolaño tiene un papel destacadísimo un libro de Edicións do Castro… una rareza, año 75… el Testamento geométrico… Rafael Dieste…


El orden de los elementos no altera el producto. El orden ahora es que uno se lee 2666 y le entra la curiosidad por el Testamento geométrico… A la inversa la operación es que habiendo uno leído el Testamento le entra la curiosidad por 2666… la equivalencia de los resultados habrá que comprobarla.

Pienso leer 2666. Pero aún no lo he hecho. Antes, el episodio de difícil encuadre, me llevó a encerrarme en el despacho, dotado de los medios y disposición de espíritu que arriba os cuento, afectado en mi vanidad por el prólogo de García Sabell, presto a “estudiar” el libro de Dieste manteniéndome tenso, en vigilia atenta. Resultado: el mismo. Sólo me gustó la parte que me había gustada la primera vez. Y las que no soporté esa primera vez me resultaron aún más insoportables esta segunda… Antes de ingresar en el psiquiátrico pienso leer el Testamento geométrico una tercera vez, que será cuando acabe 2666, porque estando bien el novelón de Bolaño, que lo estará, supongo que a gente sin criterio, como es mi caso, la influencia del laudo ajeno hará ver las cosas con más capacidad matemática de cálculo, haciendo que la recta trazada entre los puntos mi y gusto cambie su trayectoria de manera caprichosa, consiguiendo quien os habla, por fin, entender el dichoso librito de Dieste…

Y ya puestos con deberes para gente enferma, para aquellos que hayáis leído 2666, que también estéis interesados por el Testamento de Dieste, os indico, en plan putadita gorda, que el artefacto soporífero por anatomasia, el rey del metraje mastodóntico y la compulsión obsesiva sin igual, el ogro DFW, se sube al tranvía llamado “somos todos imbéciles” y en su póstuma obrita, El rey pálido, le dedica también un buen comentario/alusión a la obrita póstuma, 2666, de Bolaño, novelón que, como bien sabemos, arrasó, literalmente, Amerika, acontecimiento que, parece, influenció al ogro, y estamos, entonces, cerrando una especia de esfera Dieste/Bolaño/DFW… Eso sí, qué carajo, no os pienso decir en dónde se ubican los rastros y menciones directas a Bolaño a lo largo de las 551 páginas del Rey pálido… también os digo que ni se os ocurra leer una vomitona de David Foster a la manera nº 1 de las recomendadas por García Sabell en su prólogo a Dieste, porque os pegáis un tiro… o me lo pegáis a mí...

Otro día os cuento en qué partes de Esferas, de Peter Sloterdijk, sale Rafael Dieste, que, por lo que vemos, viene siendo una especie de escritor espAcial apreciado por otros escritores espAciales… solo falta ¿Pynchon? en esta ecuación del desarreglo mental…

Y  ya le vale al blogger este del carajo, que ha cambiado, y las cosas ya no se hacen como se hacían antes y no me entero y al final la máquina decide por mí y hace lo que le da la santa gana y no sé ni elegir la letra ni nada... un descontrol

sábado, 10 de diciembre de 2011

Esperando el infar...

La hora de levantarse es lo de menos. Aunque nos dirán lo contrario. Lo relevante es que tan pronto lo hacemos nos encontramos con el mismo problema que, la tarde anterior, y repetidas veces a lo largo de esta noche, nos trepanó el ánimo. Que es una manera más de decir que no podemos con ello. Y como ello es el asunto que nos desvela y trepana el ánimo, y como estamos acostumbrados a no poder con ello, y como estamos enganchados a esa sensación de que el asunto de que hablamos nos amenaza y nos supera y nos mortifica, de lo que se deduce, a renglón seguido, que somos dependientes de ella, mejor dicho: adictos a ella, adictos a esa sensación de que el asunto éste llamado vida/trabajo nos amenaza y puede con nosotros, resulta de todo lo anterior que nuestra realidad/verdad es que nos encanta estar así de jodidos, y es que no sabríamos vivir sin esa sensación de que no podemos con ello. Y entonces, si de lo que hablamos es de esta última noche, resulta que a lo largo de la misma, uno se va despertando periódicamente cada veinte minutos. Cosa que se dice poco sana. Y cada veinte minutos se le dedica otro año y medio de nuestro mundo y de nuestra vida al asunto ése que nos trepana la moral, pero que es, también, nuestra maldita y encantadora adicción, sin la que, ni sabríamos, ni podríamos, vivir.

Ensanchando el espejismo, tendríamos que, si de lo que hablamos es de la última semana, la cosa sería igual que la de la última noche pero multiplicada por siete y luego por tres. Una barrabasada. Agotador. Si de lo que hablamos es de nuestra pareja, lo que resulta es mejor no comentarlo. Porque la pareja, que tiene mucha paciencia, lo que no tiene es una varita mágica con la que curarnos, aunque nosotros creamos que con ella, o él, al lado, y con su varita mágica apuntando hacia nosotros, podremos con todo. Esto, que viene siendo un error muy común, es una estupidez tremenda. Que no dejará de serlo por mucho que nos empeñemos en que nuestro caso es distinto. Porque, al final, de lo que se trata es de que si uno le dedica los dos tercios del día/vigilia al asunto que tanto nos preocupa, y luego, cuando se mete en la cama para descansar, fin inalcanzable para este tipo de adictos, empieza con la pauta del desquiciado, del estresado, ésa que consiste en aprovechar el tercio restante de jornada/noche para descansar, como mucho, mal que bien, veinte minutos, y desvelarse el resto, y venga taquicardias y palpitaciones, y venga a la sala a ver la tele o a contar bichos imaginarios, y lo multiplica todo por siete a la semana, o por treinta al mes, lo que resulta de todo este mejunje es que el personaje que padece esta curiosa adicción al inmovilismo miedoso contumaz, aderezado por una hilarante capacidad para el lamento vanidoso ombliguista, acabará infartando el día que menos se lo esperen su pareja o el resto de sus amigos y familia. Porque él está claro que cuenta con ello, con el infarto/angina, digo. Es más, se muere de ganas de agarrarlo en toda su dramática extensión y bailar con él un vals tumefacto, aunque sus habituales, y hasta razonables, comentarios explicativos sobre lo absolutamente insoportable que es, en su caso, el asunto llamado vida/trabajo, parezcan propios de alguien, más bien, desenvuelto y capaz. Alguien que no encaja en el papel de quien espera, prietas las filas y sin hacer nada salvo quejarse de su adicción, al dichoso infarto

Que a lo mejor llega de buenas a primeras, en cuyo caso, digamos que nuestro personaje, el adicto a estar mal, tiene el beneficio de la duda, pues cabe la posibilidad de que, un poco novato en estas lides, no fuera realmente consciente del asunto. A ver, me explico, no fuera realmente consciente de que es un llorón inmovilista metastásico dependiente de su adicción a estar mal, básicamente centrada en su trabajo y en los cuartos, dinero, money, geld. Pero, al margen de este supuesto, la gran mayoría de sujetos del tipo llorón inmovilista metastásico dependientes de su adicción a estar mal, no NOS podríamos beneficiar de la duda. Porque lo NUESTRO es contumaz infame alevoso. Y entonces la duda beneficiosa no cuela. Porque vale a quien le sorprende el aluvión torácico porque le tenía que sorprender, hay que ver qué mala suerte. Una pena, aparte una injusticia. Qué mal repartido está el mundo… A los demás, sin embargo, a los profesionales opulentos del sufrimiento auto inventado/imaginario, a los sujetos adscritos al ombliguismo llorón hiperbólico, la cosa bailarina llamada infarto/angina no nos suele sorprender a la manera de los anteriores. A estos segundos, el infarto que, educadamente, esperamos sin falta, nos ha avisado con tanta antelación, que más honesto no se puede ser…

Muchas son las maneras que el infarto utiliza para susurrarnos al oído sus cositas, sus chiribitas, sus planes de futuro, su idilio con nosotros. Y es que es normal que se ilusione, porque, por mucho que parezca lo contrario, no hacemos más que tirarle los tejos… Entre la amplia variedad de enamoramientos que se dan entre los adictos a estar mal y los infartos galopantes, me voy a decantar por la ortodoxia absoluta de un noviazgo ejemplar que empieza con cierta diligencia/amor/vocación por el trabajo en un sujeto cualquiera llamado Pi. Menos profunda de lo que a muchos parece, pero, en cualquier caso, vocación sincera. Diligencia o vocación que, al rato, meses o años, se torna nebulosa y famélica. Y se convierte en esa mezcla de impulsos y sensaciones de estilo obligación/obsesión diaria, que pronto pasa a manifestarse a través de determinados y punzantes problemas, cada vez más habituales, para conciliar el sueño. También a través de una creciente auto responsabilización laboral enfermiza, en medio de la cual, dejamos de parecer un empleado por cuenta ajena/autónomo, una persona humana, para confundirnos con la propia cosa/empresa/trust para la que trabajamos y ¿pensamos?, imbuidos y succionados por ella hasta nuestra electrizada médula, abducidos por ciertos clichés corporativistas y poses de secta que difícilmente habríamos tolerado antes de empezar nuestro idilio con la angina, y, en general, mediatizados por la inmensidad omnipresente de los ponzoñosos batracios ético/morales del mundo competitivo laboral empresarial.

Pero volvamos al idilio… Aquí, aunque ya algo tocaditos del ala, estamos aún dentro del campo de lo platónico, digamos que del amor inmaduro, del amor anhelado pero no realizado, macilento. El infarto aún no nos la ha endilgado hasta la campanilla. Ni siquiera ha osado darnos un buen magreo. Pero poco falta. Tenemos entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años

La chicha, el meterse en la cama, la lujuria obscena para mayores de dieciocho, empezará con esa primera visita al médico de cabecera. Visitación que dedicaremos a explayarnos y romperle la cabeza con lo del sueño, el estrés, la ansiedad, los problemas en el chollo y un larguísimo etcétera de esclarecimientos e ilustraciones que van a dejar al pobre profesional sanitario con ganas de que fallezcamos en el acto y lo dejemos en paz, que bastante tiene él con lo suyo… En caso de que, incumpliendo el deseo oculto de nuestro médico, no hayamos fallecido en la consulta, se vengará de nosotros con la subsiguiente receta salvadora, prescrita para combatir los intensos problemas personales que le hemos detallado y desmenuzado, prescripción farmacológica en forma de ansiolíticos antidepresivos hipnóticos anti psicóticos y demás florituras de laboratorio. Todos ellos milagritos en forma de cápsula que tienen múltiples ventajas, pero, también, un problema, y es que si, por poner un ejemplo, nuestra justificación para estar mal fuera que nos estamos quemando en una hoguera, estas cápsulas no es que nos aparten de la hoguera, solución definitiva al problema, sino que nos hacen insensibles al calor o fuego. Un calor o fuego que, irremediablemente, nos seguirá quemando hasta achicharrarnos, pues, sin plantearnos siquiera la posibilidad de escapar por patas, seguiremos metidos en la hoguera per seculam. Sólo que ahora medio zombis e insensibles. Tal cual. Y esto que es una obviedad, no se sabe muy bien por qué, no hacemos más que obviarla. Y la fogata, a fume de carozo

Y entonces, nuestro gran romance, el idilio entre el adicto a estar mal y su apasionadísimo infarto galopante, continúa fortaleciéndose y disfrutando de unos días de vino y rosas. Con la pastillita en la mesilla, o en la cartera, coqueteamos con la vida sana de refilón porque vivimos en los tiempos de la sostenibilidad, también personal. Y vamos y salimos de la hoguera quince minutos cada tres días para hacer un poco de deporte. Y a diario desayunamos bioeducadamente, y bebemos de esos yogures milagrosos, y hasta quedamos para hacer algo de rafting/trekking en contacto con la naturaleza, aunque llevemos nuestra hoguerita a cuestas en forma de artilugio electrónico generacional y preocupaciones laboriles varias. Y parecemos sanos y desenvueltos. Y lo somos y lo estamos, qué carajo, que es un discurso pre/racional y funciona como auto convencimiento masivo. Pero también es cierto que la hormiguita del amor no para, y aunque no lo notemos, que la cápsula milagreira nos tiene zombis, nuestra paciencia vital o de ánimo se va agotando. Y ocurre que el enamoramiento con el dolor intenso de pecho nos hace segregar burbujitas químicas, o alterar no sé qué recaptaciones…

Y nos volvemos irascibles, que nos va faltando paciencia para según qué cosas, y explotamos por nada un día cualquiera y sin venir a cuento, ya sea conduciendo el coche en pleno adelantamiento, en el supermercado, en casa o en el Juzgado. Caramba, qué acaloramiento nos entra en esa ocasión, y luego el cuerpo nos queda como para el arrastre, como si hubiéramos corrido un maratón tras otro durante un siglo, y va y resulta que el siglo no fueron más que diez segundos, y en diez segundos estamos desfondados, y resulta, también, que la dosis ideal de cápsulas habrá que irla aumentando porque esto se empieza a poner cachondo pornográfico de más, que va a ser que el infarto, aparte galopante, viene siendo un sátiro superdotado con ínfulas de sodomizarme, y eso sí que no, y si tiene que ser, pues qué le vamos a hacer, pero dadme más capsulitas/pills para no sentir el atropello. Y cuidadito, porque aquí el platonismo hace meses que ha desaparecido, que hemos pasado de lo ideal a lo real, y sin avisar, que el nuestro ahora es un ajuntamiento más carnal imposible, que estamos en brazos de Mr. Infarto, gran amante telúrico…

Y nos vemos como con el pie cambiado. Hay a quien se le da por sudar a todas horas y en cualquier ocasión, hasta en las más triviales. Hay a quien se le da por sentirse minusvalorado laboralmente o en sus relaciones personales, hay quien no soporta a la gente, hay quien no puede vivir sin ella, hay quien repasa un texto en el trabajo hasta quince veces antes de entregarlo, hay quien convierte lo banal en sustantivo, y el trámite en meta, hay quien convierte el capricho en objeto de mil justificaciones teóricas, hay quien prefiere tomar aún más pastillas antes que escapar de la hoguera, hay quien explota sin motivo y hay quien, ante una explosión, ni se motiva… Así hasta donde queramos. Y, en cualquier caso, emparentadas todas estas caricaturescas manifestaciones del idilio entre el adicto a estar mal y su infarto galopante por el acento de la obsesión. Pun/pun, sístole; pun/pun diástole… Bueno, bueno, tranquilizaros, que no os parezca mal, no os acaloréis, que si queréis os digo que no estoy hablando de vosotros, que cuando la cosa se pone frívola y trágica queda la disculpa de decir que uno habla de sí mismo…

Que es lo que hago siempre que puedo... Y entonces, siguiendo el diagnóstico de El rey pálido, me sitúo en el punto pasmoso en el que confundo el conjunto del saber universal y de la razón máxima con mis caprichosas y engreídas y ombliguistas opiniones de pacotilla… Motivo por el cual, visto desde fuera el asunto, se puede pensar en la posibilidad de que al adicto a estar mal, antes que Mr. Infarto, lo pueda atropellar esa otra cosa llamada Locura. En toda la amplitud de sus matices… Grrrrrrrrrrrrr

martes, 6 de diciembre de 2011

100 etiquetas



Llevo en el desastroso Páramo, cubierto de porquería hasta los topes del amor, 100 etiquetas dedicadas a la inmundicia por anatomasia: los libros. Qué pestilencia, cuánta podredumbre…

Para celebrar la onomástica, hace poco tracé un periplo para los próximos días. De estilo masoquista repetitivo, el periplo. A ver, que no tengo piedad ni de mí mismo. Como me había enterado por adelantado de que el Señor Editor iba a hacer caja con la publicación de la obra póstuma del DFWallace, me presenté en la librería el mismo día en que dicha obra póstuma salía a la venta y me dediqué a comprarla. En efectivo y con una cara tan de fan acérrimo de grupos heavy metal de los ochenta, que la dependienta a poco más llama a securitas direct. Terrorífica novela la de DFW... Aún no la he acabado, porque es difícil hacerlo, porque a David, poco antes de matarse, la mano se le iba tela marinera, a lo super size, a lo bestia del todo… Y como la etiqueta 100 se merecía algo más, aparte del Mr. Foster Wallace del que tanto hablo y que espero que no soportéis, porque lo que yo no soporto es que gusten a los demás los que me gustan a mí, que para eso no lo paso así de mal leyendo, qué carajo, que para eso os digo la verdad y todos tan tranquilos, porque a David no lo aguanta ni su familia cercana. Y, a fecha de hoy, ni se me pasa por la cabeza recomendároslo, que he cambiado de manera de desenvolverme, y menos aún su último zarpazo obsesivo compulsivo, El rey pálido, en el que el muy DFW se dedica a hablarnos sobre funcionarios y la administración, opositores y trienios y burocracia, y, en general, sobre el tedio y el aburrimiento asunto inequivocamente sólo al alcance de David, ya les gustaría a Delillo o Franzen o... plantearse semejantes metas imaginarias por escrito

Que el aburrimiento y el tedio son cosa seria, cosa seria que el enfermo Wallace consigue, y entonces nos interesamos, cien por cien, no me lo creo, no puede ser, por el tedio y el aburrimiento y la zozobra, cosa/asunto que es muy dura/insoportable de nuestro señor. Porque sí, a la gente que le gusta el boxeo le gustará el boxeo, no digamos Muhammad Alí, pero ¿le gustaría a esa gente que flipa con Alí, comerse en toda su cara una buena O… del fenómeno Alí, uno de esos puñetazos plástico/graciosos que tanto les gusta ver en la tele o en directo…? no sé, no sé, habría que verlo. Pero, entonces, daquela, les gusta el boxeo, sí o no...

El caso es que no me iba a quedar en la celebración sólo con DFW. Y me puse estupendo generoso, me enchufé al ordenador y me compré de saldo online, la segunda parte de la trilogía de nuestro adorado Louis Ferdinand Celine, esa serie de tres monumentos en que nos cuenta lo que no se puede contar… De un castillo a otro es impresionante. Veremos cómo es Norte. Y como estaba de celebración, me agencié su inmaculada primera edición, que para eso soy idiota, y así tenerla juntita a la primera de De un castillo a otro… y lo mismo acabaré haciendo con Rigodón, tercera y última parte de la inapropiada trilogía. Y para no estropear mi bonita edición 1ª de Norte, me leeré una reedición que sé que tiene un amigueteX, de una de esas colecciones que se vendían semanalmente en pasta dura, y que le pediré prestada… y así podré confirmar con toda tranquilidad que empiezo a traspasar de manera diáfana, contumaz e irremediable, la frontera que separa la… de la…
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...