lunes, 11 de julio de 2011

Diario (1953 - 1969)


Acabo de terminar con el tagebuch éste, elevado a la condición de categoría por muchos sesudos críticos. Resulta curioso que uno de los hilos conductores del tochazo, que si no adoptáis medidas extraordinarias os puede dislocar la muñeca al cogerlo, sea la más abrupta crítica dirigida por el envenenado Witoldo precisamente contra los sesudos críticos. Se diría que la generación siguiente, no los mentados críticos sobre los que el autor vomita, sino otros posteriores, supongo que para distinguirse de sus predecesores, fueron y decidieron elevar a los altares lo que anteriores colegas de ¿profesión? ningunearon sin piedad… Resultado de todo ello, la categoría que dicen que es el Diario de WGombrowicz, y, por parte de los críticos, la falta de rigor, y el hoy digo esto y mañana lo contrario, y un sinfín de sesudas tonterías y consideraciones.

Dentro de las categorías, pues resulta que a estas alturas nuestro tochazo es una, el tagebuch de Witoldo encabeza, ¿no se habrán pasado?, la de aquellos diarios de los que ya hemos hablado varias veces. Siguiendo la senda Gombrowicz, atizada sin denuedo por la megalomanía, el crujir, el acople y el egotismo más delicioso, podemos citarnos, nada más impresentable cuando se pertenece a la mediocridad, mi caso, que no el de él:

Podemos encontrarnos diarios y autobiografías en plan mira cuánta gente famosa conozco, cuyo principal atractivo es el menudeo de las relaciones con estos famosos y anécdotas al por mayor. Sus autores cuentan mucho pero dicen poco. Cuando están bien estos libros son alucinantes. Cuando no lo están, son un coñazo, muchas veces tedioso. Están en el otro extremo los diarios y autobiografías en los que no aparece ningún famoso, vaya qué pena, en los que su autor se nos desparrama sin reparo dando rienda suelta a su punto de vista, en el mejor de los casos distinto o estrafalario, dedicándose a hacer unos ejercicios de ombliguismo enfermizo y obsesivo en los que apenas se cuenta nada pero se dice de todo. Como en el caso anterior, cuando están bien estos libros son alucinantes. Cuando no lo están, son un coñazo, muchas veces pedante. Entre ambos extremos, todo tipo de variaciones, y al margen de todo ello, otras tantas posibilidades. Vamos, como no decir nada. En cualquier caso, suele ser fundamental y deseable que, a mayores, el autor de turno sepa escribir, pues con ello la cosa gana enteros. Tampoco deberían faltar vanidad, megalomanía, rencores y egocentrismos trepidantes…

El Diario del polaco-argentino está muy bien. Aunque todo sea dicho: por momentos consigue aburrirnos y darnos esquinazo con sus diatribas y reflexiones sobre Polonia, país natal que él había abandonado dos semanas antes de la invasión nazi y a donde nunca volvió, y sobre los polacos, asuntos ambos sobre los que, desconociéndolo todo, me resultaba difícil seguirle el hilo. Al margen de lo anterior, del exceso comprensible de polonidad, el jugo gástrico está garantizado. Lo estrafalario y personal, lo incomodo, el anatema, contracorriente y acidez, será por pura pose o por sinceridad exhibicionista, a mí me da lo mismo, el caso es que el Diario te come, espectacular. Los muchos años en Argentina, deliciosos de leer, entre el hambre y el ombligo, solo o, si no y casi siempre, irregularmente acompañado. El periodo de 1964 al 69, la vuelta a Europa, Francia y Alemania, aún más absorbentes, espectaculares. Descolocado sin su Sudamérica, no encontró acougo ni nada parecido de vuelta al terruño.

De lo que le he leído, que, en cuanto a las novelas, ha sido poco, y ni siquiera la dichosa Ferdydurke... pues, no sé, para gustos colores, pero a mi no me acaba de entusiasmar (y eso que, de las leidas y de las no leídas, muchas son de Barral, y ojo con algunas qué portadas...), pero, escapando de las novelas, lo del Diario es una cosa seria y recomendable, cachalote 858

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