viernes, 21 de enero de 2011

Wrestling Verbal (de moqueta)


Tengo el cuerpor que me pide desahogo. El espectáculo de Wrestling verbal de las tremebundas tertulias tdt (la hora del Bobo) llegó el otro día a unas cotas de esperpento absoluto y delicioso. Arte abstracto total, cero contenido, espuma fétida. Estaban de duelo, eran plañideras, estaban compungidos, olían a cirio quemado, vomitaban chorros de dolor fuera de cámara: una cadena dedicada las 24 h/día 365 días/año a la ¿información?, qué desproporción, por dios, echó el cierre. Amén. Llanto sonoro, empalagoso y repulsivo de compañeros de gremio, todos dejando bien claro que, independientemente de rivalidades de ¿opinión?, serás facha, serás rojo, aquel era el día más triste desde la vuelta a la democracia. Ni Góngora llegó a tal sumun rococó en el comentario. Espatarrado me quedé. La catarsis de mierda, paradigma del mundo sin valores en el que vivimos según estos idiotas (tertulianos, directores de periódicos/cadenas de TV y demás violentados participantes en el Wrestling de moqueta, venga diputados, venga directores generales, venga intelectuales, venga broza político pedigüeña), la representa la ignominia mayor, a saber, que la insufrible cadena de noticias 24 h/365 días ha sido sustituida por un programa de telerealidad 24 h/día, que tampoco es mala marca, de acuerdo, pero ojo:

Los pedantes y altisonantes plañideros profesionales del mundo tertuliano tdt/prensa en general, osan tildar, a grito pelado ellos tan finos, de telebasura a sus competidores de la telerealidad 24 h. Y se quedan tan chiribitas en los ojos. Justifican semejante salida de tono, vanidosa y presumida, en que, según su hipertrofia egocéntrica, ellos son creadores/ opinadores/ promueven la sana critica/ educan, mientras que los otros hacen sólo basura sin ningún valor. Pues de eso, nada.

Sí, sí, tenemos claro que la porquería mayor es la de esos opinadores profesionales de estupideces, omni-conniventes con el politicastro y con la impulsiva venta de periódicos que, básicamente, se dedican a compendiar la estupidez de ese mundillo endogámico... Esa es la bazofia de verdad. La de los jactanciosos y enchufados al poder político/mediático que tanto detestamos. Siendo la telerealidad muchas veces insoportable, sin duda, lo que la salva es su falta de ínfulas. Pretendiendo entretener y distraer, con mejor o peor gusto, con mejores o peores artes, es lo que hace. Nada más, y se ve o no se ve, a escondidas o sin tapujos. Quien se entretiene, bien, y quien se aburre, cambia e igual de bien. Moralina más bien poca, no como los otros estupendos.

Sería interminable volver sobre lo que ya se ha soltado sin mesura en el diarioprueba. Cualquiera sabe que políticos y prensa, las dos grandes lacras que sufrimos, son una unidad, indivisible, que se retroalimenta. Sin prensa no hay el diario machaque de mensaje estúpido - político. Sin esa desproporcionada y postiza presencia del mensaje estúpido - político, alienante y artificial, uno cae rápidamente en la cuenta de que su importancia es mucho menor de la que se pretende. Sin la polarización que los políticos representan a diario vía prensa, partiéndose el culo de la risa, mentecatos estos votantes, como tragan con el cuento, qué ignorantes, el azul es verde y el verde es azul, y mañana al revés, representación teatral indispensable para mantenerse en la cresta, pues el acuerdo, la desaparición de los bandos o tribus o sectas, implica su desaparición como clase dirigente (tiempo al tiempo), sin toda esta esperpéntica teatralidad, radiada y televisada a diario, dirigida a excitar nuestros filamentos más arcaicos de pertenencia a la tribu/secta/bando, enfrentada al rival/enemigo/demonio, con su implícita liturgia del vota/comulga, que tu opinión cuenta, todos somos protagonistas, decidimos, elegimos, que me da la risa, por favor, para ya, uno va y no se compra el periódico, ni pone la puta tertulia, ni se cree las chorradas mix de nuestros caciquillos S.XXI, ni justifica su mantenimiento como extemporánea y archiprivilegiada clase dirigente.

En la prensa política/de opinión, de cualquier tipo, el acento no está puesto en informar, fomentar la sana crítica o crear criterios independientes, que es lo que ellos presumida y vanidosamente proclaman como propio y característico de su esfuerzo divulgativo, y ello con independencia de las llamadas, y truculentas, líneas editoriales (dogmas). Nada de eso, babosos. El acento está puesto en mantener prietas las filas de la tribu, homogeneizarla, evitar el individualismo, la vanguardia o la avanzadilla, el descarrío, la voz propia o la crítica dentro de ella, demonizar al rival/enemigo/contrincante, evitar que se desinfle el vigor polarizador/separador/beligerante de la política y su capacidad arcaizante sobre los sujetos, mejunje sin el cual ni se vota, ni se aceptan como verdades las chorradas que los lideres de la tribu sueltan sin rubor, ni se compran las hojas parroquiales de turno/periódicos, ni se va a oír el trasnochado sermón, digo, se ven las tertulias tdt, ni se mantiene todo este mamotreto feroz y antropófago.

Ya os he aburrido otras veces con la cínica realidad de todos los ávidos consumidores de periódicos, vosotros y nosotros, idiotas e insolentes que mareamos al personal con eso de informarnos de lo que pasa y alimentar nuestro espíritu crítico, cuando, realmente, lo que hacemos es escuchar las tonterías que queremos oír, redundar en el complejo, acariciar nuestras orejotas, siempre leyendo la hoja parroquial adscrita a nuestra secta, demonizando, por supuesto, la hoja parroquial de la secta rival. Patético.

No tengáis ninguna duda, el nivel de una persona, su valía y categoría de fondo, se puede medir, sin temor a equivocarse, en base a su relación con la prensa, pongamos, la escrita. El ávido y diario lector de periódicos, que no deja pasar las jugosas páginas de ¿opinión? y política, que las repasa izquierda derecha arriba abajo, es, en un 90% de los casos, un pobre descerebrado que dará su vida por la secta a la que pertenece, cuyos líderes, por supuesto, se toman a coña al pobre payaso. Quien sólo echa un vistazo por aquí, otro por allá, y se fija, tal vez, en cuántos goles marcó su equipo en el partido de anoche, seguramente tendrá la cabeza mucho mejor amueblada que el otro y, sin duda, más vida. El otro, lo sabéis bien, autoafirmará su estulticia diciendo que su vecino de periódico es un ignorante que sólo lee los deportes. Ni que decir tiene que quien no coge un periódico más que para limpiarse el trasero cuando está de acampada en el monte es un ser muy superior a la media. Yo diría que clarividente.

Volviendo a la facilidad con que los opinadores profesionales de estupideces tildan de basura a la telerealidad, la cosa resulta de risa, atacante. Ni se dan cuenta, los pobres, que mientras los encargados de la telebasura, haciendo programas muchas veces impresentables, pero sin moralizaciones baratas, y yendo a lo suyo, que manda carallo, no llaman ignorante a quien no ve sus programas, para gustos colores, que los vea quien quiera, por su lado, los de la prensa política, tan cultos, ecuánimes e inteligentes ellos, se parapetan, llaman ignorante a quien no lee periódicos, disminuido psíquico/radical peligroso a quien no se interesa por la política, basura a programas de otra índole y comemierdas o carroñeros a quienes los podamos ver. Y sigo, os imagináis a los del otro día, a Franz K. o Ingmar B., Jimi H. o Friedrich N. viendo a diario las increíbles tertulias. O repasando las páginas de ¿opinión? de la bazofia escrita… Pero no sólo semejantes fenómenos, os imagináis a cualquier persona con algo de vida en su cabeza tomándose en serio y enganchado al diario maratón prensa/político/tertuliano.

La única manera en que se puede seguir semejante aluvión de tonterías a diario es como si fuera lo que tanto critican estos palurdos, usando su florido léxico: telebasura o telerealidad, un reality de la estupidez absoluta, previsible y ramplona. Wrestling neuronal plano. Así la cosa tiene un pase, hasta puede distraer un ratito, aunque a años luz del tomate.

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