jueves, 6 de enero de 2011

Knut Hamsun. Otra Luz del Norte.



La Luz del Norte que le sale a nuestro admirado Ingmar Bergman cada vez que se pone a ello, le sale a Knut Hamsun. No sé si cada vez que se ponía a ello, pero sí en Pan. Parecen las andanzas de un Jeremiah Johnson de principios de siglo, cambiando las Montañas Rocosas del protagonista de la peli por las tierras del sol de medianoche. Alucinantes. Éxtasis de naturaleza y de asociabilidad, a campo abierto y sin noticias de vecino alguno. Un regalo. El noruego Hamsun, de quien ya había leído su decepcionante Victoria, con Pan se salió. Un libro de esos que te coge con quince años y dejas de estudiar al día siguiente, gastas tus ahorros en un billete de ida a cualquier sitio, avisas a ese amigo, o mejor, a esa sólo amiga, según ella, que no te deja dormir de lo metida que la tienes en la cabeza, y tíralle do aire al asunto. A estas alturas, pasados tres pueblos los quince añitos, el efecto viene a ser el mismo, aunque cambiando el estudiar por el trabajar, o lo que haga falta, el caso es irse. El billete, quien quiera, lo puede sustituir por el depósito del coche bien llenito, los inefables mapas a ninguna parte y chao. O la bici, o lo que se os antoje.

Cómo se hace no tengo ni idea, pero Pan, de KHamsun, es de esos escogidos libros que cuando los leemos, sobre todo los vemos. En pantalla gigante, cinemascope, gran angular, o lo más de lo más que se haya inventado. Tortícolis garantizada y pulmones llenos. Será casual o intencionado, culpa o mérito de quien lo escribe o de quien lo lee. El caso es que es. Valiendo más una imagen que mil palabras, os aseguro que el runrún del mar en Cabo Norte, la tundra y el indescriptible letargo que el perezoso sol de aquellas latitudes contagia a todo lo que en él se refleja os van a calar de lo lindo. Lo mismo que los lances y cortesías, los despertares a otra vida, del Jeremiah Johnson de turno… Se leen volando y se vuela leyéndolos… a unas alturas desde las que el diario de casa al trabajo y el finde descanso parece cosa de hormiguitas gregarias e impersonales. Mejor bajar cuanto antes, ante semejante penarama. Volviendo a lo nuestro, Pan se llevó al cine. Y la vida de Hamsun, ajetreada y con efusivos claroscuros, también. La protagoniza uno de los favoritos de Ingmar. Venga bucle…


A dónde llevarán los éxtasis naturalistas de Knut, o los flirteos de la conciencia de Wilber, o el abandono del dogma, o el pasmo y la contemplación. ¿A la cabaña? ¿Al manicomio? ¿A Tromsø?



































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