miércoles, 12 de enero de 2011

El ¿túnel? del comienzo

Comentarios, libros, películas, documentales, de todo pelaje y condición, nos han hablado de la luz al final del túnel. Y lo seguirán haciendo. Ese gran blanco y sus infinitas filas de dientes-sierras, exponente máximo de la evolución; esa gran luminosidad que nos seduce con su furibunda e insaciable anestesia, está muy trillada. El ¿túnel? del comienzo no tanto, o, por lo menos, mucho menos.

En una ocasión asistí sorprendido, durante una celebración/cena, a una portentosa demostración de las propiedades físicas del látex. Milagrosas. Preclaro M también estaba. Perplejos los dos. De buenas a primeras, entre plato y plato, hubo quien metió toda su cabeza por/en un artefacto profiláctico elaborado con dicho material, cual casco… ¿Y este tío? Como hace algún que otro caco con las consabidas medias de nylon, presto a enriquecerse a la última. En aquella performance/demostración, tanto el artefacto profiláctico, como la cabeza del artista, eran de tamaño estándar. Qué desproporción. Resultaba evidente que el contorsionista no era la primera vez que improvisaba semejante show. Iba sobre seguro. Yo pensé que estallaban ambos, careto y profiláctico. Y pulmones, pues lo que es respirar, se hacía algo cuesta arriba. O eso parecía contemplando el sonrojado moflete del Houdini. La elasticidad y la resistencia del producto de marras son proverbiales. Y lo ceñido que el artefacto estaba a la cabezota del prestidigitador aquel era una pasada.

Pues así es y se comporta en realidad el erróneamente llamado túnel. No lo digo yo. Se sabe y ya está. Y se siente, repartido por todas nuestras venas. En un túnel, de hasta cuatro carriles y con salidas de emergencia, uno se podría plantear dar media vuelta, que la cosa no va con nosotros. Voy por aquí, por allá, me doy el piro, o lo que sea. Pero la vía por la que se deambula antes de ver la citada luz no es tal. Nada de túnel bien señalizado. Realmente estaríamos hablando de una tubería o una manguera, bien ceñidas a nuestro cuerpo, que está dentro. Y en esas condiciones, nuestra capacidad de maniobra resulta nula. Holguras y comodidad inexistentes… puro e inevitable desagüe. O un intestino, mejor aún. Tripa y retortijones. La circulación es de dirección única. De escape, fuga, según gustos. Hacia la luz o fulgor, el recto o la tajea. Nosotros bien constreñidos, oprimiditos por/en el artilugio llamado vida...

Visto así, el asunto este de la vida/túnel y el fin/muerte/luz sería un defectuoso planteamiento. La vida será túnel, de acuerdo, musiquemos en exceso; pero el túnel es en verdad un intestino, desagüe, tubería, manguera, sumidero, ceñido como segunda piel a nosotros que, mofletudos, sonrojados y medio asfixiados, viajamos dentro de él… La luz al final un inodoro, el libre albedrío una indigestión. ¿La vida una cagada? ¿Nuestro último aliento un gran pedo? Y estas estupideces, siéndolo, pues tal es la coletilla que les merece a nuestras meninges, también pueden ser lo contrario Preguntadle a las venas y arterias que nos tienen bien canalizados por dentro y que circulan en una sola dirección. Para ellas, de estupidez nada. Porque las venas también son nosotros, no sólo las dichosas meninges. Cuál o qué es la luz para ellas. No es el fulgor, el pozo negro o el inodoro, es el corazón, final de trayecto. Que ya mismo está latiendo más alborotado; esto de pasar de deposiciones e intestinos a latidos no gusta… En las tuberías/venas también hay quien va bien ajustadito y prieto en ellas, circulando en dirección obligatoria. A trompicones cuando se sube hacia el cerebro y a escape libre cuando baja a las piernas. Encajados sin voz ni voto. Luego pasa lo que pasa…

Uno se sienta exhausto a recuperar algo de aliento después de subir una cuesta. El pumpun del corazón está instalado en las sienes, y nuestras venas cargadas de pequeñas cajas de pino ataúdes, y nosotros muertos de miedo suspirando por que no tropiecen unas con otras y no se monte la barricada intravenosa final que nos haga ver la dichosa luz que anunciará nuestro adiós.

Deberían estar prohibidas según qué imágenes y figuras, sean simples fantasías o representaciones, metáforas, documentadas o poetizadas. Lo de los ataúdes en nuestras venas, siendo indiscutible, parece de mal gusto. Lo más habitual será que estén hechos de pino y que viajen arriba abajo hasta el choque ese tan fabulado, que formará la barricada en la que saltará la chispa que encenderá la luz al final de la tubería, que nosotros veremos ya medio atontados, aunque no lo suficiente para seguir con el engaño, y reconoceremos que de túnel nada y de luz menos, que eso es una mierda, que estamos encapsulados en una viscosidad, uno en la manguera, otro en la tubería, cada uno dentro de su propio intestino, como el Fresno perenne, que no hay marcha atrás ni adelante, que estoy fuera pero también dentro, y que no me pasa toda mi vida de golpe en un segundo por la mente, eso es una milonga, ni hay túnel ni hay puta luz, eso es otra milonga, y que deberían estar prohibidas según qué imágenes y figuras.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...