lunes, 22 de marzo de 2010

Imaginería equis


Hace unos meses, cuando leí “Las partículas elementales” y “Lanzarote”, magnificas novelas de Michel Houellebecq, pensé para mí que las citadas obras aún serían mejores si el autor nos hubiese ahorrado la impertinente descripción de escabrosas y húmedas experiencias sexuales, que resultaban, para quien os escribe, totalmente intempestivas y afectadas. Y no es que tenga nada en contra de las mismas, de las experiencias sexuales digo, pero ello no tiene nada que ver con lo coñazo que resulta encontrárselas descritas en ciertas novelas en las que, bajo mi modesta opinión, no hacen nada más que molestar.

Como esas pelis de los ochenta en las que, sin venir a cuento, sin saber por qué sí o por qué no, aparecían protagonista y protagonisto retozando encima de un piano de cola Steinway & Sons, eso sí, sin enseñar nadita. Qué coñazo, mi madre aprovechaba para ir a por un yogur, mi padre para toser y yo para pensar en las magníficas películas equis que tenía grabadas en video y en que no las podría ver hasta que mis padres se fueran a dormir…

Pues uno está leyendo tan entretenido a Houellebecq, con ese punto gamberro/fascistoide/machista/contestatario que tiene el gabacho, realmente interesante y divertido, y ya estamos con penetraciones, vergas en distintos tamaños y colores, prácticas por mí desconocidas y un elenco de piruetas de difícil interpretación corporal, ya no digamos literaria. Acto seguido, el lector masculino empieza por buscar una postura más cómoda, ya que la relajación y entumecimiento contemplativos propios de una lectura placentera nos abandonan con rapidez. Y Huouellebecq sigue que te sigue, hasta el fondo, y le muerde los pezones, ella ya va por el quinto éxtasis seguido, él cronometrando su aguante y yo hasta los güivos, a ver si acaban de una puñetera vez… Aún no he llegado a ese punto evolutivo en que tetitas respingonas, lencerías, zapatos de tacón y demás indulgencias se puedan digerir sin que las mismas se entrometan en las ocupaciones de uno, sean éstas las que sean, desde leer hasta fregar la loza, entrometimiento que conlleva los accesorios e inevitables procesos reafirmante-vasculares por todos conocidos. No hay manera. Ya puede uno estar leyendo acongojado los diarios de Primo Levi que como el amigo se descuelgue con la descripción de animaladas y groserías del género equis, yo, de las penurias del Lager, de Primo Levi y de sus diarios me olvido al instante, aunque mientras tanto sigua leyendo.

¿No se dan cuenta estos autores que, intercalando imaginería equis en sus novelas, lo único que hacen es tirar piedras contra su propio tejado, que lo que hacemos una inmensa mayoría es desconectar de la novela, cambiar de postura y analizar las posibilidades reales de dedicarnos lo antes posible a prácticas equis-equis-ele, olvidándonos inmediatamente del libro que nos ocupaba?

Pues bien, estoy con cierto autor chileno (1953 – 2003) del que hasta la fecha no había leído nada. Palabras mayores el gachó. Cuidadito, este tío promete. Me está gustando muchísimo, pero también tiene cierta tendencia a descolgarse con refractaria imaginería equis de descontrolada procacidad. Realmente no pega en su espectacular libro. Ahora hace ya como cien páginas que no hay tumulto sexual, pero en las cien primeras páginas me las vi y me las desee. Qué cosas cuenta, qué desahogado, cómo pretender que uno siga leyendo. ¿No se darán cuenta, o es que creen que estos descansos en lo que a atención literaria se refiere son necesarios para poder acabar sus libros? ¿Será realmente un complejo de desatención e inferioridad sobre su arte y su temática lo que les lleva a “deleitarnos” con tan rigurosas descripciones equis, que hacen que cualquiera desconecte de lo hasta el momento leído? ¿Houellebecq y el Chileno? Imposible, si estos tíos escriben de verdad, aunque a lo mejor ellos no lo creían así… ¿Será otro tipo de complejo tal vez, más intimo y menos literario? Pues no lo sé, pero no lo creo. ¿Entonces? ¿Qué coño le pasa a esta gente?... ¿A qué esa manía por esa imaginería literaria equis que no pega ni con cola en medio de determinados librejos?

Y es que si lo que pretenden es deslumbrarnos con su arte aplicado a la narración de distintos episodios sexuales creo que están perdiendo el tiempo. Salvo alguna ameba viviente o personaje por el estilo, a ver quien tiene esa capacidad abstracta de síntesis y análisis que le permita permanecer impertérrito ante semejantes cantos de sirena. Como ver una película equis fuckmenow protagonizada por nuestra starlet favorita y dedicarse a valorar argumentos ¿? encuadres ¿? y demás tecnicismos, obviando la inevitable reacción reafirmante-vascular y las ganas de imitar a los saltimbanquis del celuloide que estamos presenciando. Quien tenga esa capacidad de distracción, debe subir ya mismo a los altares…

Pero dejemos la teoría y vayamos a lo práctico. Veamos cómo nos presenta Mr. Andrew Blake a una chica cualquiera, de bonitas y sibilantes piernas. Y después de verla con su insinuante danza del amor, decidme ¿alguno de vosotros se acuerda del Chileno, de Houellebecq o de mis chorradas? Y, por favor, que los menores no miren porque, tal y como están las cosas de avanzadas en lo que a tropelías - sex se refiere, el espectáculo les puede parecer mas bien estilo walt-disney. A mi, sin embargo, me encanta...

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